10 Ene La creatividad: una vía para ser feliz
Todos somos potencialmente creativos. La creatividad se desarrolla…
En un folio en blanco, uno se plantea por dónde empezar. Las emociones y sensaciones que pasan por la mente no son muy agradables en un principio, incluso pueden empeorar, cuando tras la ilusión inicial, a los diez minutos no se te ha ocurrido nada interesante o tienes que borrar todo lo que has escrito porque no es lo que querías.
La vida también es un poco así, un folio en blanco que vas rellenando, lleno de tachaduras, de vueltas atrás, de hojas tiradas a la papelera con algún que otro subrayado. Y, cuando menos te lo esperas, aparece la página perfecta que estabas esperando.
A veces, queremos que nos llegue la inspiración divina así por las buenas, por ciencia infusa. Que las cosas salgan fácilmente, sin tener que forzarlas ni pelearlas -“si es que no tenía que ser…”-. Pero la realidad es que tenemos que invertir mucho tiempo y esfuerzo para que las cosas salgan bien. E incluso, después de muchos esfuerzos, puede que tampoco consigamos ver realizados nuestros sueños.
En el libro ‘El camino del artista‘ de Julia Cameron, uno de los mejores libros sobre creatividad que he leído, de forma teórica y a la vez práctica te enseñan a valorar y a tomarte ese tiempo para ti y para tu obra. Esta puede ser cualquier cosa; no ha de ser necesariamente una obra de arte. Un cocinero es creativo, un maestro, un arquitecto, un productor, un empresario, un peluquero, un psicoterapeuta…
Todos estos profesionales están creando. Solo de uno mismo depende vivir esa profesión como algo rutinario, o hacer de ello una aventura diaria. Un peluquero puede cortar el pelo a todo el mundo por igual, un maestro puede dar sus clases cada año de la misma forma, sean como sean sus alumnos. O no: un cocinero puede innovar nuevos sabores cada día, o un psicoterapeuta puede hacer de la terapia un arte de conversar.
Se puede ser creativo o rutinario en un mismo trabajo. Es una actitud que depende de cómo vivamos el proceso más que el resultado.
Educando a tus hijos puedes ser muy creativo, inventando juegos para ellos a la hora de hacer algún ritual que pueda resultarles aburrido (ponerse los calcetines en 20 segundos, ir a la ducha con libros y juegos de agua, jugar al veo-veo de camino al cole…). Resulta difícil imaginar que un científico no sea creativo, cuando su labor es hacer descubrimientos que pueden revolucionar el mundo.
A veces vivimos en función de cómo nos han educado, sin aportar nuestra propia visión, acobardados por un padre imperativo o una madre absorbente. Uno mismo puede hacer de su vida una obra de arte o una copia perfecta de lo que fueron sus padres, sin cuestionarse ni una coma de lo que podría ser diferente.
Sin darnos cuenta, anulamos nuestra propia creatividad sin dejarla nacer. O estamos convencidos de que no somos originales, de que no tenemos imaginación. Da mucho miedo dejar libre la mente a ver cómo nos sorprende…
Como diría uno de los grandes creadores de nuestro país:
‘Siempre estoy haciendo cosas que no puedo hacer, así es como logro hacerlas’.
De este modo vivía Pablo Picasso su propia creatividad: desafiando sus propios límites.
Si nos paramos a pensar, seguramente que hemos sido creativos durante mucho tiempo y tenemos en casa alguna creación de cuando éramos pequeños y nuestra creatividad era desbordante. Tanto, que igual alguien se encargó de pararnos y amputarnos ese talento, quizá por miedo a que nos desviáramos del camino correcto y que nos diera por ser artistas…
Todos somos potencialmente creativos. La creatividad se desarrolla. Es un hábito que podemos cultivar y dejar florecer. Según los nuevos descubrimientos de la neurociencia, el estado de Flow (fluir), descrito por Mihaly Csikszentmihaly, se consigue a través de actividades que requieren toda nuestra destreza, atención y conocimiento. Él también fue creativo acuñando este nuevo término. Y atrevido, en un momento en el que las escuelas psicológicas se empeñaban en estudiar las patologías, en lugar de cómo ser más felices.
La creatividad conecta nuestra mente con nuestro corazón. Gracias a ella se ponen en funcionamiento, a la vez, nuestros dos hemisferios cerebrales: el derecho, que conecta con nuestras emociones; y el izquierdo, que modera nuestra parte más racional.
Ser creador es una de las mayores fuentes de satisfacción que existen. Y la mayor fuente de creación sería crear una nueva vida. Todos podemos realizar nuestras propias creaciones y sentirnos orgullosos de ellas. Todos podemos tener nuestras pequeñas obras maestras que nos recuerdan que tenemos un gran poder dentro, tal vez aún esperando a ser descubierto: el poder de crear.
Isabel Pintor
Psicóloga Psicoterapeuta en Ipsimed, Integración Psicomédica.
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Pedro
Publicado el 09:00h, 15 eneroMuy interesante síntesis. Coincido en la recomendación del libro «El camino del artista», una herramienta muy útil y que nos permite además hablar un lenguaje común a los que «hemos pasado» por él.