06 Jul Embarazo con atención plena
El embarazo puede ser un momento idóneo para iniciarse en la práctica del Mindfulness
Así fue mi caso en mi primer embarazo. Me sentía tan nerviosa, excitada, asustada, que necesitaba encontrar la calma dentro de mí. Por aquel entonces, aparte de necesitar la ayuda de un psicoterapeuta, completaba así mi formación en Psicoterapia Psicodinámica.
La práctica de la atención plena me ayudó a vivir mi conexión con el bebé. Y a sobrellevar la responsabilidad de llevar un nuevo ser dentro de ti y de estar gestando y creando a tu propio hijo. Fue algo que, así, pude saborear, disfrutar y tomar mayor conciencia de ello. Hasta que no sientes las pataditas o el pequeño burbujeo hacia la mitad del embarazo, es muy difícil hacerse cargo del milagro de la vida que llevas en tu vientre.
La primera vez es una incredulidad total. Solamente cuando ves en una ecografía la imagen por ultrasonidos del bebé, eres entonces capaz de creer que lo que está pasando es cierto. Que la semilla ha brotado y que está creciendo dentro de ti, desarrollando todos sus órganos, todas las partes de su cuerpo.
Además, tu útero es su refugio, su fuente de alimentación, y el lugar desde donde ya está empezando a crearse y a formarse su propio fundamento neuropsicológico. Está saboreando no solamente los alimentos que ingieres, sino también las experiencias que has vivido, con quién te has relacionado, y cómo has sentido todas esas experiencias vitales. Aprende, a través de tu útero, de tus sensaciones y sentimientos.
Es todo un ejemplo de epigenética: aprendizaje y transmisión no estrictamente genéticos; aunque se estén abriendo las posibilidades de los genes.
Además, hay muchos estudios que demuestran que, a partir de los cinco meses de gestación, el bebé ya es capaz de escuchar los sonidos del exterior y, sobre todo, las vibraciones de tu voz. Esto hará que te reconozca e inmediatamente, cuando salga al exterior, sepa perfectamente que tú eres su madre.
Tras esos nueve meses, la vinculación es instantánea. Y prosiguen in crescendo sus sinapsis neuronales. El bebé es capaz, a pesar de su juventud e inmadurez, de desarrollarse vertiginosamente. Está fraguando su personalidad, y tú, sobre todo, ya estás siendo su mayor referente, su imagen de apego.
A través de ti va a conocer el mundo a partir de ahora, y esa es una sensación increíble. Tal vez, toda esta responsabilidad que de pronto recae sobre ti pueda ser abrumadora. Pero, en mi caso, fue la de excusa perfecta para ocuparme de mí: ahora éramos dos; y, entonces, sí merecía la pena.
Cuidar solo de mí misma y dedicarle tanto tiempo al aprendizaje de una técnica para conectar con mi mundo interior se me antojaba un lujo inasumible. Pero ahora pasaba a ser un trabajo en equipo. Y, además, todo era para compartirlo con otra personita que estaba creciendo y cuyo desarrollo dependía en gran parte de mí.
El embarazo también es un estado de recogimiento, de reposo, de necesidad de dedicarte más tiempo a ti misma, de recuperar energías.
Tu cuerpo se va transformando y va pasando por una serie de fases, que quizás nunca más vayas a experimentar. Es una etapa transformadora, como, en otro orden de cosas, lo es también la práctica de Mindfulness. Y la unión de ambas puede hacer que disfrutes y tomes conciencia aún más de todos tus sentidos y tu evolución como persona.
Uno de los aspectos que más me agradó experimentar fue cómo mi sentido del gusto y del olfato se multiplicaban y potenciaban desde el comienzo del embarazo. Y además, esto es una de las cuestiones que se tratan con mayor énfasis en Mindfulness (Eating Mindfulness o comida consciente). Cada comida es una fiesta, un arco iris de sabores; una zanahoria cruda me resultaba tan sabrosa como un cocido madrileño.
Ahora, en mi segundo embarazo, para reafirmar que cada embarazo es único, lo vivo todo de manera diferente. Aunque me produce más inseguridad el hecho de tener más edad y que mi embarazo podría calificarse de riesgo, ya no soy madre primeriza. Ya sé que esto va en serio, pero que no es una cosa tan seria: se puede disfrutar de ello siendo plenamente consciente tanto de lo bueno (nuevas sensaciones, mayor contacto con las emociones, etc.) como de lo no tan bueno (lumbalgias, naúseas, incertidumbre…)
Ya me siento también más experimentada en la práctica de Mindfulness y se que no se trata de hacerlo bien: se trata de hacerlo, de atravesarlo, de vivirlo. Y el embarazo también es así.
Y sobretodo va de una cosa: estar pendiente de ti, cuidar de ti y por tanto, del bebé. Aún ni siquiera sé cual es su sexo: solo estoy de 19 semanas, pero ya siento una conexión profunda con él.
A veces siento grandes dudas y miedos: ¿vendrá con alguna enfermedad? ¿Seré capaz de organizarme con dos hijos y además, un trabajo? ¿Cómo quedará mi cuerpo después de dos embarazos? ¿Tendrán que volver a hacerme una cesárea? Tampoco estoy negándome el pensar y sentir todo esto; estoy tratando de transitarlo, dejarlo estar (Let it be, como dice la canción), atravesar la tormenta y esperar, con esperanza, a que salga el sol.
La práctica de Mindfulness, más que intentar librarnos de la ansiedad, nos va a ayudar a mejorar nuestra capacidad de sobrellevarla. Más que hacer algo para echarla, se trata de estar ahí con ella, hasta que se vaya por si misma, abrazar esos pensamientos, legitimarlos, no juzgarlos ni manipularlos ni estrangularlos. Dejarlos vivir en paz, ya que tarde o temprano se irán.
Nada permanece eternamente
Esto es algo que tanto el Mindfulness como la gestación y crianza del bebé me han enseñado en todo este tiempo. Y aunque a veces te gustaría atrapar algunos momentos y que no se fueran nunca, sobretodo los momentos más hermosos del embarazo, cuando ves a tu bebé por primera vez, la lactancia, sentir al bebé entre tus brazos… Cuando entramos en una espiral de pensamientos negativos, es muy liberador saber que esto no va a durar siempre. Y tenerlo muy presente puede ayudar a superar momentos graves en la vida.
Sufrir un aborto es una de las experiencias más duras por las que he pasado. Hace falta tiempo para hacer ese duelo, después de haber creado una serie de expectativas y esperanzas que se desmoronan de repente. Aunque no has llegado a conocerle, si has visto los cambios en tu cuerpo desde el primer día, y eso te conecta directamente con la aparición de una nueva vida, por muy primitiva que sea. Es una dura pérdida y volver a sentir el impulso de volverlo a intentar, no se puede conseguir sin haber atravesado ese túnel lleno de oscuridad y tristeza, hasta llegar a salir de él.
Cada ecografía en este nuevo embarazo, ha sido volver al lugar del trauma (incluso una de las primeras ecografías fue en la misma consulta donde me dieron la noticia del segundo aborto, a las 8 semanas). En esos momentos, cuando crecía mi miedo a no escuchar los latidos del bebé, a que me diesen de nuevo una mala noticia, se me disparaba el corazón de forma descontrolada. En momentos así me di cuenta de que algo más fuerte que yo, que se escapaba de mis pensamientos conscientes, me hacía vivir esas situaciones con un gran estrés.
Entonces decidí tomarme en serio lo de la práctica de Mindfulness, tanto la formal, en casa, en momentos de soledad y tranquilidad, como la informal, en la consulta del ginecólogo, justo antes de tumbarme en la camilla y empezar con las taquicardias.
Cerrar los ojos, centrar mi atención en la respiración, visualizar mi corazón y darle un mensaje de apoyo, llevar la mano al corazón para ser consciente de como late, visualizar un lugar agradable y tratar de sentir lo mismo que cuando estás allí…
Todo esto me ha ayudado a bajar un poco el nivel de ansiedad cuando toca revisión… Pero sobretodo, recibir los acontecimientos de la vida, aceptarlos tal y como vienen, y no perder la esperanza en que esta vez, las cosas vayan a ir mejor.
Isabel Pintor
Psicóloga Psicoterapeuta en Ipsimed, Integración Psicomédica.
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