Cada vez es mayor el interés hacia la salud mental. Comienza a despertar socialmente una consciencia de que algo no va bien, de que estamos viviendo con una tensión psíquica que genera mucho sufrimiento expresado de múltiples formas. Se exterioriza con sensación de intranquilidad, estado de alerta, miedo, apatía, falta de energía, tristeza, desesperanza, confusión, bloqueo, inseguridad, irritabilidad, molestias físicas, enfermedades orgánicas, alteración del sueño, dependencia, adicciones, violencia e incluso con el suicidio.
Por otro lado, cada vez es más conocida y reconocida la influencia de la mente en el estado de salud corporal. La tensión psíquica o emocional tienen, de manera directa, a través del sistema nervioso autónomo, del eje hipotálamo-hipofisario-adrenal y del aparato musculoesquelético, un impacto directo en el estado y funcionamiento corporal. Hoy en día es innegable el papel que ejercen los factores psicosociales, como el estrés, la ansiedad y la depresión, en el desarrollo y pronóstico de numerosas enfermedades, resaltando las cardiovasculares, digestivas, dermatológicas, neurológicas, autoinmunes e inflamatorias.
Igualmente, nuestro cuerpo es un importante agente para el grado de bienestar y funcionamiento mental. Numerosos estudios confirman que la presencia de una enfermedad física tiene un impacto negativo en la salud psíquica. A su vez, otras condiciones del cuerpo, como la postura, el tono muscular, y de manera muy notable, la respiración, generan cambios significativos en el funcionamiento de nuestro cerebro.
Las prácticas contemplativas, en concreto la práctica de la atención plena (Mindfulness) o el cultivo de la empatía y el altruismo (Compasión), están haciéndose cada vez más presentes y reconocidas en occidente. Desde los fundamentos de la psicología oriental, facilitan una comprensión integral de la persona, ofreciendo recursos experienciales a través de las prácticas meditativas para el cuidado mente, corazón y cuerpo. Son innegables los beneficios de estas prácticas para la salud, que hoy en día están avalados por numerosos estudios científicos y por los conocimientos que aporta la neurociencia.
A pesar de la importancia de la salud mental, y de todo el conocimiento que disponemos en la actualidad, es escasa la formación de profesionales en este campo. Es esencial dotar a los profesionales que atienden a personas, al margen de su campo de acción, de conocimientos y herramientas básicas para el reconocimiento y gestión de la dimensión emocional, y así realizar una mejor actividad asistencial, y garantizar su propio autocuidado. Hoy en día es una oportunidad, y una necesidad, contar con un abordaje integrador que, en el seno de los conocimientos científicos y en neurociencia, integre la psicología budista, con profundo énfasis en lo experiencial, junto con la psicología occidental, rica y variada en teorías sobre la mente.